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Las dos mujeres de mi vida
enero 3rd, 2010 by alexand2
Silvia me llama apresurada.
-¡Nuestra hija! ¡Está aquí en mi casa!-
Cuesta imaginar que después de tanto tiempo una familia pueda llegar a reunirse.
No puede ser, me digo a mí mismo. Pero dejo el despacho, el cigarrillo aplastado sobre el cenicero.
-Luisa, si viene alguien, he salido por razones urgentes-
Mi secretaria está ya demasiado acostumbrada a mis “razones urgentes”.
El viejo mercedes parece no andar, me exaspero. -Rápido, más rápido- le animo impaciente.
Por fin, la casa de Silvia, en las afueras de la ciudad. Tiene todas las luces encendidas. Parece que me ha visto y me espera en la puerta de casa.
Sale corriendo a mi encuentro.
-¡Javier! ¡Todo este tiempo era ella!-
-¿Ella? ¿Quién?-
-¡Ana! ¡Ana!, la muchacha que llevamos a casa la otra tarde. La que me dio la fotografía. ¡La muchacha a la que asesinaron a su madre adoptiva!-
-¡Dios bendito!-
Entonces la veo aparecer en la puerta. Me siento un poco incómodo. Es extraño como la vida de la gente está tan ligada y apenas nos percatamos de ello.
-Hola Ana- la saludo, un poco tímido.
-Silvia- Ana la mira extrañada, -¿Qué está ocurriendo?-
Nos sentamos en el salón y se lo explicamos todo, detalle a detalle. Cómo nuestro amor al trabajo nos apartó de aquella maravillosa criatura que habíamos engendrado.
-Lo siento, lo sentimos- decía Silvia desconsolada con lágrimas en los ojos, -Éramos jóvenes y alocados. Pero luego, nunca nos lo hemos podido perdonar-.
Entonces el timbre de un móvil, esos dichosos aparatitos inoportunos, del móvil de Ana, la interrumpió.
Ella palideció al responder la llamada.
-¿Mi padre? ¿Está bien? Enseguida voy, ¿en qué hospital está? Iré lo antes posible-
Cuelga el teléfono y nos mira aterrada.
-Es mi padre, ha tenido un accidente de coche y está en el hospital-
-Madre mía, vamos, yo te acompaño-.
Silvia recoge sus cosas con rapidez. Salimos apresuradamente de la casa y ellas se meten en su coche.
-Seguiremos hablando cuando todo esto haya pasado, Javier-
Asiento con la cabeza y la veo marchar. Las dos mujeres de mi vida.
Sin embargo, el estupor me dura poco. Luisa, mi secretaria me llama.
-Javier, te necesitan el bar sacacorchos-
-¿Sacacorchos?-
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