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Nuestro secreto
enero 10th, 2010 by amarge
A las puertas del hospital, los nervios se convierten en mis más allegados compañeros. Entro corriendo, con el corazón en un puño y resonantes latidos pregonando presagios malévolos en mi interior. Son las 4.00 de la mañana, la noche es tan oscura que las luces de Urgencias parecen dibujar variopintos laberintos colmados de desolación.
Cuando por fin consigo hablar con un médico, sus palabras, lejos de reconfortarme, adivinan el augurio que minutos antes flotaba en mis pensamientos. Está grave, muy grave. Cuando me fui, tras la pelea, cogió el coche y se fue directo al bar, allí bebió y bebió, un whisky tras otro, como antaño. Al finalizar su pérfida velada con la botella, se atrevió a conducir una vez más en medio de la oscuridad, con la embriaguez como fiel aliada en su vehículo. Pero esta vez no logró escapar de los peligros que acecha la carretera, y al llegar al tramo que conduce a la Avenida principal, sus miembros se debilitaron, su mente se estremeció y sus ojos nublaron el espejo retrovisor. Asustado, frenó sin más, bruscamente, y el Cherokee que circulaba detrás no pudo evitar el impacto. Mi padre salió despedido, dejando el cristal hecho trizas, y el frio asfalto recogió su malherido aterrizaje, y su sangre.
Está en coma, y no saben cuánto más aguantará. Entre lágrimas, decido entrar a verle, quizá por última vez. Ahí está, tan tranquilo, tan inocente, parece que no fuera el mismo que horas atrás. Su cuerpo permanece completamente inmóvil, sus profundos ojos cerrados y de fondo un pip pip pip constante que alimenta esperanzas pasajeras. Me armo de valor y hablo:
-Papá, soy Ana, estoy aquí. Necesito hablarte de muchas cosas, y lo voy a hacer a pesar de tu estado, pues es probable que me escuches. Hoy me he enterado de que no soy hija tuya biológica, sino adoptada, y ha sido un duro golpe para mí confirmar mis sospechas. Sin embargo, debo decirte que me alegra que mi madre, al menos, sea Silvia, y haber descubierto la verdad por lo que respecta a mi origen. Me queda decirte, que pese a esto, que tanto tu como mamá conseguisteis que mi infancia fuera feliz… ¡todavía recuerdo cuando me llevabais los dos a ese parque! Y allí jugábamos juntos.
Sin embargo luego, ¿qué pasó papá? ¿Por qué cambiaste de esa manera? Empezaste a llegar borracho a casa y a gritar, sí, yo os escuchaba desde la habitación, y muchas veces, escondida en la escalera, te vi ponerle esta mano encima –le cojo la mano con suavidad- y decirle que no merecía tu amor y tus cuidados. Y, ¡ay papá! lo que tú no sabes es que aquel día también estaba en la escalera y te vi, el día que acabaste con su vida. Jamás te había visto tan ebrio en mi vida, llegaste a las dos de la madrugada gritando, asegurando a voces que mamá te había engañado, ella lloraba y lloraba sin parar y tú la cogiste del brazo y le dijiste que contigo o con nadie.
Ella intentó escapar y subió rápidamente las escaleras, yo estaba allí, en ese hueco donde años atrás tú y yo jugábamos al escondite y siempre me encontrabas. Desde aquel negro agujero, divisé la tremenda paliza que le atizaste y que la dejó exhausta, tirada en el suelo. Entonces tú te fuiste, no sé a qué ni quiero saberlo, y ella consiguió escapar a duras penas, a tus espaldas, y saltó por la ventana. Yo, desde arriba, la vi saltar y meterse en el coche. Pero había olvidado las llaves, no pudo arrancar y escaparse. Tú saliste a su encuentro, te metiste en aquel antiguo Ford y ambos os fuisteis bajo mi temerosa y humeante mirada.
Al día siguiente, por la mañana, estabas en casa, hablando con dos policías. Nos dijeron que ella había muerto en un accidente de tráfico, y que apenas habían podido rescatar su cuerpo. Nos interrogaron, y yo fui incapaz de decir nada de lo ocurrido, tenía miedo a que te encerraran, a quedarme sola, y sobre todo te tenía miedo a ti. Pensé que quizás podrías hacerme lo mismo que a mamá si declaraba en tu contra, por lo que alegué que eras completamente normal, y que era ella la que tenía problemas con el alcohol, la que descuidaba la casa. ¡Fui tan cobarde! Me arrepentí toda mi vida. Y encima, tenía que convivir contigo, acordándome cada día de aquello, sufriendo.
Sé, papá, que este será un secreto que me llevaré a la tumba, pues ahora ya no sirve de nada hablar. Así que, en estos momentos, lo único que puedo hacer es darte las gracias por tus cuidados infantiles y esperar que Dios te perdone por todo lo que nos hiciste. Ya lo único que me ata a ti es este imperdonable secreto, que nunca conseguiré borrar de mi memoria-.
Tras mis palabras, salgo de la habitación y abrazo a Silvia y Javier, mis padres. Y mientras recorro el pasillo hacia la salida, vuelvo el rostro para intentar escuchar una vez más, y a lo lejos, ese pip pip pip, que pese a todo, deseo oír.
Posted in General | | | 2 Comments
on enero 12th, 2010 at 14:42 pm
Muy buen blog!
Nos habéis tenido todo el cuatrimestre pendientes de cómo evolucionaba!
Felicidades!
on enero 14th, 2010 at 20:43 pm
Sin duda, uno de los blogs más trabajados y más originales.Espero que no dejéis de actualizarlo.